1. Paciencia y sensibilidad: Dos elementos clave
Los trastornos alimentarios, son condiciones complejas que requieren tiempo para ser superadas. La recuperación es un proceso largo y lleno de altibajos, como ya explicaban Fairburn y Harrison (2003) en su trabajo sobre los trastornos alimentarios. Una lección de las muchas que he aprendido de las personas que acompaño, es la necesidad de paciencia. Pueden pasar meses y parecer que no se avanza y de repente un día escuchar, “por primera vez, siento que no necesito controlarlo todo”. Por ello, considero fundamental desarrollar la paciencia necesaria para acompañar a las personas en un camino que puede ser lento y muchas veces frustrante.
La sensibilidad también es vital. Los trastornos alimentarios suelen estar teñidos de sentimientos profundos de vergüenza, culpa y miedo, no en vano, he observado cómo detrás de los síntomas de un trastorno alimentario se esconden historias de dolor profundo o trauma, como experiencias de abuso, o problemas familiares. Crear un espacio seguro para que las personas se sientan comprendidas y aceptadas es fundamental para el éxito terapéutico. Sin este espacio de confianza, las personas tienden a refugiarse aún más en sus conductas destructivas.
2. Interés verdadero en el mundo de las personas que acompañamos
Para trabajar con personas que padecen trastornos alimentarios, es esencial mostrar un interés genuino por su mundo interno. Esto implica ir más allá de los síntomas visibles y explorar sus sentimientos, pensamientos, sensaciones y experiencias que subyacen al trastorno. Bruch (2001), destaca la importancia de comprender los factores emocionales y psicológicos que contribuyen al desarrollo de la anorexia nerviosa.
Estos trastornos no se tratan solo de comida; a menudo los síntomas son formas de regulación emocional o respuestas a la necesidad de control en medio del caos. Garner y Bemis (1982), subrayan la relevancia de trabajar en los mecanismos de afrontamiento que están en la base de estos trastornos, concretamente en pacientes con anorexia nerviosa.
A menudo, lo más visible son los comportamientos alimentarios, pero detrás de ellos suelen esconderse profundos miedos: a no ser suficiente, a defraudar, a perder el control o que hay algo mal en ellas.